Se dice siempre que los hijos son parte de los padres…
porque se dice que llevan mucho de ellos: la sonrisa de mamá, los ojos de papá…
Cada una de las personas que miramos a un bebé o a un niño buscamos los
pedacitos de mamá y los de papá. Buscamos lo que han heredado de ellos, lo que
les identifica con ellos… Lo que les hace no solo ser parte de sus padres, sino
parecerlo también…
Pero también los padres estamos hechos de pedacitos de
nuestros hijos porque las personas estamos hechas de pedacitos de vivencias,
además de las herencias biológicas de nuestra familia. Y pocas personas hay que
nos ofrezcan más experiencias mucho antes incluso de llegar a nuestros brazos
que nuestros hijos. Estamos hechos de las vivencias que nos acercan, las experiencias
que nos ofrecen, las emociones que nos provocan, lo que nos hacen cambiar,
correr, reír, llorar, anhelar… Las personas en las que nos convierten son
diferentes a las personas que éramos antes de que llegaran a nuestras vidas
esos pequeños tan especiales.
Y da igual que hayamos tenido a nuestros hijos años, meses o
semanas o días… Somos una parte de ellos como ellos lo son de nosotros. Los
pedacitos a veces son vivencias y otras son esperanzas… Esperanzas de lo que
imaginábamos para ellos. De los ojitos de papá que nos ilusionaba que tuvieran
o de la sonrisa de mamá que deseábamos ver en la cara de ese bebé… De esos momentos de movimientos haciendo olas
en nuestro vientre, de la ilusión de preparar sus cositas para cuando nacieran,
de la emoción de sentir que están a punto de salir para que los recibamos con
todo nuestro amor, de su primera mirada hacia nosotros, la primera vez que les
sentimos en nuestro pecho, su primera sonrisa, la primera vez que nos agarran
un dedo o sus primeras palabras… Sus noches sin dormir que son las nuestras,
sus enfados y sus llantos que son los nuestros, sus pequeños accidentes que son
los nuestros también… Porque nosotros, como padres que somos, nos convertimos
también en pedacitos de toda esa maternidad y paternidad que vivimos o
esperamos vivir. Que nos hace imaginar, soñar, reir y llorar. Volcar en ella
todas nuestras ilusiones, todas nuestras expectativas, que hemos creado sólo
para ese pequeño bebé que esperamos que llegue tal y como lo soñamos.
Cada una de esas esperanzas, de esas ilusiones, de esas
sensaciones que nos ofrecen, va cambiando algo dentro de nosotros. Va
haciéndonos diferentes, haciéndonos dar nuevos pasos en el camino de la vida
para volver a ponernos en el lugar donde nos sentimos nosotros: ese nuevo
nosotros.
Da igual que hayamos tenido a nuestros hijos años, meses,
semanas o días… Somos una parte de ellos, como ellos lo son de nosotros porque
todo lo que hemos soñado, imaginado, sentido y vivido ha dejado una huella en
nosotros. Y que se cumpla o no, que nuestro bebé llegue como lo soñábamos o que
no llegue de ningún modo similar a como lo habíamos soñado (o que no llegue…
que no lleguemos a recibirle tras su nacimiento) no hace que todo vuelva a
estar como estaba. No es un camino con retorno, sino un camino en el que
siempre vamos hacia algún lugar. Siempre vamos avanzando hacia el lugar que sea,
cada uno el suyo, siempre vamos cambiando. Tanto las mamás y papás que tienen a
su bebé con ellos como quienes no han podido recibirle como deseaban cambian en
función de las necesidades de su familia. Porque su esencia ha cambiado, porque
han tomado para sí pedacitos de ese bebé. Sensaciones, emociones y vivencias
que les han hecho diferentes.
Por eso las mamás y los papás son (somos) siempre y siempre serán
(seremos) pedacitos de esos pequeños que han (hemos) tenido o esperado…
Siempre seré un pedacito de ti…
Beatriz Fernández
Doula en todas las etapas de la maternidad, especializada en duelo.
A Coruña y Madrid.
Correo electrónico: serdoula@gmail.com
Telf: 600218964
Doula en todas las etapas de la maternidad, especializada en duelo.
A Coruña y Madrid.
Correo electrónico: serdoula@gmail.com
Telf: 600218964
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